LA CIUDAD DE LOS INDIOS


En los últimos tiempos el panorama cultural ha vuelto, por primera vez en mucho tiempo, la mirada hacia algunos lugares perdidos.
Quizás por desidia o simple desinterés, las mentes, plumas o mesas de dibujo de la mayoría de la clase intelectual de nuestro mundo había estado preocupada en concentrar sus máximos esfuerzos en ese ego colectivo que es Occidente.
Si quizás hemos asumido definitivamente que CRISIS como éstas no significan ni mucho menos una OPORTUNIDAD de hacer las cosas de manera distinta de puertas para dentro, al menos, puede que toda esta situación de inseguridad colectiva haya llevado a algunos a sentir cierta empatía con aquellos para los que la crisis es y fue siempre una situación crónica.
No es casualidad que ciertos medios influyentes celebren este resurgir de lo social con publicaciones como el reciente MÁS POR MENOS (Arquitectura Viva n 133), o, meses atrás, el congreso con el mismo nombre (Pamplona, 9-11 junio 2011).
Debo decir sin embargo que, debido quizás a un exceso de escepticismo, no dudo que hay MODA en todo, y sí dudo profundamente de la perdurabilidad de ciertas tendencias que, si bien necesarias, no son siempre y desgraciadamente un buen negocio.
Ha sido precisamente ese NEGOCIO el que ha hecho que, pasito a pasito, cada vez nos parezcamos más entre unos y otros, y, sin duda, el que ha permitido que en este mundo de lo GLOBAL, sea cada vez más fácil encontrar parecidos y no diferencias.
No es mi intención hacer aquí una enmienda a la mayor sobre el sistema de GLOBALIZACIÓN en el que vivimos ya que, además de perder algunos amigos optimistas crónicos a los que aprecio mucho, creo y confío en que algunos de los instrumentos de nuestra civilización globalizadora pueden y deben ser precisamente los salvadores de millones de personas olvidadas. Sin embargo, ¿no piensan ustedes que olvidamos con relativa frecuencia que ese mundo no es GLOBAL sino EXPORTADO? En este sentido, ¿no somos algo cínicos cuando con afán quasi altruista deseamos que todo el mundo viva como nosotros?
No hay mejor ejemplo para ilustrar este concepto que LAS CIUDADES, esos fenómenos que, de forma tan descriptiva nos cuentan siempre tan bien el tipo de mundo que estamos haciendo.
En efecto, es la ciudad como bien de consumo de cientos de millones de personas en el mundo (muchos de ellos vivían en el campo hasta antesdeayer), la verdadera nueva revolución del Siglo XXI y es, una vez más, la muestra de lo mal que estamos haciendo las cosas. Y es que, en este modelo nuestro que antes se llamó CONQUISTA y ahora se llama MERCADO, hemos conseguido ir poco a poco convenciendo a ese otro medio mundode que tenían que hacer las cosas como nosotros.La ciudad, y por lo tanto sus gentes, han atravesado en un periodo de tiempo ridículo en términos históricos, y colosal en términos humanos, por un proceso de renuncia y ninguneo de sus propias tradiciones, de sus propias maneras de hacer las cosasy, por la tanto, de una desestructuración de algunos principios fundamentales que regían, no sólo su propia vida sino, en muchas ocasiones, su propia subsistencia.
Quizás sea el primer paso admitir que nos hemos equivocado mucho, y, confundiendo igualdad con identidad, hemos pretendido mediante imposiciones silenciosas hacer de lo nuestro una única virtud exportable, olvidando quizás que no existe progreso sin comprensión.
Me gustaría acabar pensando en todos esos lugares, en sus esencias, y en lo que, precisamente les hacen distintos unos de otros. Pensar que la arquitectura y la ciudad no deberían abandonar las raíces de las culturas en las que crecieron, y no pensar en esto con un simple afán romántico de resistencia, sino porque creo sinceramente que en todos los ámbitos es necesario defender la diversidad y la diferenciación. Si siempre usamos el mismo sistema de referencia, si no cambiamos esos parámetros y partimos de la base de que todo funciona igual en todos los lugares, habremos perdido gran parte de esa riqueza que es la diferencia, habremos impuesto un sistema a otro.
La sensibilización cultural es necesaria porque la pérdida de esa riqueza no es algo simplemente sentimental; la perdida de esa diferencia es volver a pensar de una única manera.
escrito por Jaime Sanz de Haro

WORK, EAT, BUY


Un hombre sabio dijo una vez que es pecado todo lo que es innecesario. Si es así, nuestra entera civilización, de principio a fin, está erigida sobre el pecado. Andrei Tarkovsky


Tal vez hagan falta épocas que evidencien algunos errores. Quizás preveer no sea tan fácil, y sean necesarios momentos en la historia para que todos juntos reflexionemos un poco más. Ésta es una de esas épocas. Ésta es una de esas oportunidades.
La actual CRISIS, económica, financiera, social, y ecológica genera una pregunta clave: ¿qué ha fallado aquí?. La postura fácil, cómoda y superficial asumida y aprehendida por nuestra clase política (no polis-tica,véase La ciudad de las Plazas) ha sido ese vago, ”tomar medidas adecuadas” que, no pareciendo demasiado efectivas, nos habían sumido hasta hace pocas semanas, en la más profunda de las abulias colectivas. Parece que ESPERAR se acabó convirtiendo en nuestra única ESPERANZA, esperando también que sin hacer nada nuevo, la próxima “crisis” tardase lo más posible en volver, diría mejor, en “volver a volver”.Es posible que sea precisamente esta actitud la primera medida estéril de un nuevo proceso de errores que, no atendiendo al fondo del asunto, tropiece una y otra vez contra la misma piedra. Y es que , sin reflexión, sin parar, sin sentarse a pensar, sólo se llega al desastre.
El actual sistema, basado en el hermetismo crónico del CRECIMIENTO, se rige por la NEGACIÓN ABSOLUTA AL ESTATISMO; si el sistema no consume, esto es, si las personas no participamos en ese consumo, si, incluso participamos un poco menos, el sistema se bloquea. A veces, me recuerda a alguna especie de escualos que, si se paran, si dejan de aletear, se mueren.
Es nuestra época la que, tratando a toda costa de CRECER POR CRECER, ha encontrado su Gallina de los Huevos de Oro en la DOCTRINA DE LO INNECESARIO. Esta doctrina no sólo nos hace potenciales consumidores crónicos, sino, aun peor, potenciales consumidores de cosas que no necesitamos.
Pienso en las cosas que tenía mi padre en su casa, hace 40 años, y las que tenemos ahora. Me gustaría saber, si de verdad, ahora, somos más felices.
Y es que el esfuerzo de esa fuerza aparentemente irreductible a la que llamamos MERCADO, supo descubrir, no hace tanto, que el verdadero CRECIMIENTO no estaba ya en responder a las necesidades sino en GENERAR NECESIDADES NUEVAS. Inventarse, al fin y al cabo, gamas y catálogos de “cosas imprescindibles”, variar el sistema de expectativas, y alterar por tanto el propio significado de la felicidad. En una sociedad en la que no está permitido ser infeliz, y desde luego, no está permitido mostrarlo, el éxito está asegurado.
Las consecuencias de esa “felicidad artificial”, de esa explosión de dopamina que conlleva cada consumo irresponsable (sin responder a los por qués de lo que compramos) produce mucho más daño del que nos podemos imaginar. Absolutamente todo, tiene un precio.
Nuestras ciudades y la actual crisis en el sector de la construcción no son sino muestras vivas de algunas necesidades artificiales. Nunca, en la historia reciente de las ciudades españolas, se había construido tanto en tan poco tiempo. Nunca “necesitamos” tanto, cuando nuestra población crecía tan poco.
Y es que, saber qué significa NECESIDAD, la verdadera y no la hábilmente alterada por un sistema que no sabe detenerse, es, a mi juicio, la primera lección que deberíamos aprender si no queremos asumir que crisis como estas serán cada vez más habituales, más esperables, y más destructivas. Saber qué es y qué no es necesario es al fin y al cabo una última oportunidad al equilibrio, al nuestro como personas, y al de todos como planeta.

LA CIUDAD DE LAS PLAZAS


La ciudad fue Polis, y la Polis fue Política.
Existen momentos en la Historia, en los que dejamos de ser puntos en el mapa. Dejamos de ser sitios para convertirnos en lugares.
Durante las últimas dos semanas, España se ha llenado de LUGARES.
Hablar de Política (al menos de una Política con la P mayúscula ) y hablar de Ciudad, es hablar de lo mismo. Son dos conceptos hermanos; son, etimológicamente, uno generador del otro. La Política es, en sí misma, la voz de la ciudad, la voz de la POLIS.
Me cuesta explicarme entonces, cómo algunas voces manifestaron su alteración advirtiendo que el 15-M no era tan sólo un movimiento ciudadano, sino político. Evidentemente, cualquier movimiento ciudadano, es en sí mismo un movimiento Político.
Mucho han tenido que cambiar las cosas en el mundo para que la preocupación manifiesta de una parte de la sociedad tranquila sea precisamente que el ciudadano haga política. Mucho se ha debido de alterar ese origen para que prefiramos mantenernos al margen de PARTICIPAR en todo lo que es nuestro,para que nuestras ciudades dejen de tener así ciudadanos (y por tanto polis-ticos), y convertirnos en meros USUARIOS.
La ciudad no puede, no debe, en mi opinión, convertirse en un organismo pasivo. No puede renunciar al potencial que, como elemento vivo dinámico, tiene para mover sociedades que de lo contrario, permanecerían estancadas en un estatismo crónico.
No se ha entendido un progreso en la historia ( no se entendería el Renacimiento ) sin un re-nacer de las ciudades. Lo que estamos viviendo estos días en España, es un re-nacer de lo que la ciudad significa. Es, en esencia, una reivindicación del ciudadano y de la ciudad como ente real de gobierno, como PARTÍCIPE de la toma de decisiones.
Es difícil comprender entonces que exista algún tipo de preocupación por lo que no es sino un síntoma de naturalidad, un,de hecho, regreso a la naturalidad misma y una vuelta del ciudadano a su ciudad.
En estas últimas dos semanas hemos oído la voz de gente que, lejos de opinionesprejuiciadas, se parecían en lo esencial y se diferenciaban en lo superficial. Las Plazas, ese rincón de espacio altruista que la ciudad nos deja, han lanzado una consigna unánime, la de la vuelta del ciudadano a la ciudad, la de recuperar la idea básica y esencial de que todos somos partícipes de la sociedad en que vivimos, la de que todos, tenemos derecho a participar.

escrito por Jaime Sanz de Haro

LA CIUDAD DE LOS SUECOS


Soy un habitante de las afueras de ese Madrid que ya por estas latitudes del Norte decidió hace tiempo dejar de parecerse a sí misma.
Saliendo de casa y, seguramente mientras sufro un atasco, miro en lo que se ha convertido esa obra máxima de nuestra especie, esas CIUDADES QUE TANTO CUENTAN DE NOSOTROS.
Y, mirando cada día por la ventanilla, vuelvo a pensar si todo esto no se parecía DEMASIADO a tantos otros lugares que, más o menos lejos de aquí, ya había visto antes.
Ortega decía algo fantástico sobre todo esto: Si se intenta implantar el estilo de vida sueco en España, lo normal es que no funcione por una falta evidente de suecos. Así son los genios, claros, y además con sentido del humor.
Algunos otros, que dedicaron su vida al estudio y raras veces a la ejecución de la Ciudad aseguraron siempre que ésta ha sido el mayor fracaso de la Arquitectura del siglo XX.
En efecto, a día de hoy, y con una mínima perspectiva sobre el siglo anterior, cabe preguntarse si realmente es mejor la ciudad de hoy a la de ayer. Si, de veras, hemos conseguido que alguien sea más feliz en estas CIUDADES MODERNAS.
Y es que la Ciudad es y ha sido difícilmente debatible.
Mientras se convocaban concursos internacionales de ideas para resolver casos concretos, la ciudad ha permanecido y permanece absolutamente ajena a toda discusión. Y así, familiarizándonos todos con nombres de ganadores de concursos ,arquitectos fantásticos y en cómplices en ocasiones, seguíamos sin conocer a quién exactamente correspondía el honor de obras como Sanchinarro o el PAU de Las Tablas.
Hemos permitido que otros dejasen de lado todas las ideas sobre aquello que la ciudad PODRÍA HABER SIDO para encajar a ésta en un ámbito estrictamente mercantil y normativo.
La ciudad ha sufrido más que nada la existencia de una mentalidad caduca y reduccionista que ha CONTAMINADO, a base de ordenanza, las posibilidades de una ciudad que generase una sociedad mejor. Hemos conseguido vivir, después de todo el siglo XX en ciudades peores que las del siglo anterior.
Y, ¿no consigue al mismo tiempo esta ciudad inconexa y fragmentada generar sociedades igualmente inconexas y fragmentadas? Quizás no sea importante la ciudad en sí misma, sino el tipo de individuo que ella acabe generando.
Quizás por una vez, consigan que todos parezcamos un poco más suecos.

escrito por Jaime Sanz de Haro